Para educar con un sentido social y de solidaridad, lo niños y adolescentes deben experimentar el valor de la convivencia armónica para formar relaciones sanas durante toda su vida. Para estimular las habilidades y comportamientos que fortalezcan esta conducta es necesario que los centros educativos sumen esfuerzos con padres de familia para brindar las herramientas que cumplan con este objetivo.
Desde los primeros años de vida los niños participan activamente en procesos de socialización en un mundo complejo lleno de estímulos y dinámicas. Antes de entrar en círculos sociales como el escolar, ellos generan los primeros vínculos con su familia, estos son de gran importancia pues expertos aseguran que en ellos desarrollan un sentido de confianza y sirve como base para su desarrollo personal a futuro (Pruitt, 2008).
Estos vínculos deben ser reforzados en tornos educativos para que los niños puedan interactuar con otros de manera apropiada. Un componente adicional de este proceso es su capacidad para percibir las situaciones y ser conscientes cuando un conjunto particular de comportamientos dará lugar a resultados positivos. De esta manera es necesario desarrollar habilidades específicas que ayuden a los estudiantes a responder a situaciones específicas.
Para que esto pueda funcionar con éxito dentro de los salones de clase, los docentes deben de fomentar actitudes prosociales entre las que se encuentran: ofrecer actividades que fomenten las habilidades adecuadas, proporcionar la asistencia necesaria y desarrollar una red social que apoye a los niños en sus esfuerzos. Así, los maestros deben proporcionar actividades que ayudan a los niños a identificar diversas habilidades sociales y ayudarlos a entender por qué se necesita esta habilidad (Rujano, 2014).
Dado que en los salones de clase los estudiantes puede aprender el valor de tener conductas prosociales, los docentes puede promover las siguientes actividades como parte de su programa académico:
- Jugar y trabajar con otros.
- Tomar decisiones y encontrar las consecuencias de esas decisiones.
- Encontrar la manera de participar en situaciones de juego con los demás.
- Negociar los conflictos sociales con el lenguaje.
- Desarrollar otras habilidades que caracterizan a los seres humanos socialmente competentes.
En dichas actividades los profesores pueden facilitar las interacciones positivas de juego y colaboración para los niños y adolescentes mediante el uso de una variedad de estrategias (ibidem). Algunas de las estrategias que los docentes pueden implementar para que las acciones cumplan con su objetivo son :
1) Hacer hincapié en la cooperación y no la competencia.
2) Incluir juegos didácticos que hagan hincapié en la cooperación y la resolución de conflictos.
3) Crear espacios dentro del aula y tener materiales para facilitar el juego cooperativo.
4) Usar la literatura para mejorar la empatía y cariño.
5) Fomentar interacciones sociales entre niños de diferentes capacidades si es social, emocional o físico.
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Referencias: Hoffman, M. (1984). Empathy, Social Cognition, and Moral Action. En Kurtines, W. y Gerwitz, J. Eds.,Moral Behavior and Development: Advances in Theory, Research and Applications. New York: John Wiley and Sons.
Pruitt, D. (Ed.; 2008). Your child: Emotional, behavioral, and cognitive development from birth through preadolescence. Nueva York: Harper Collins.
Rujano, M. (2014). La prosocialidad aplicada en el ámbito educativo. Mucuties Universitaria, 1, 1.
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